CÁMARA AMBIENTAL DEL PLÁSTICO

El extremismo ambiental

Las religiones tienen principios fundamentales y valores éticos valiosos para la humanidad, pero ya sabemos lo que puede ocurrir cuando esos valores éticos se llevan al extremo a través del fundamentalismo religioso. Desde una perspectiva histórica, los ejemplos fascistas, racistas y clasistas, entre otros, existen a todo lo largo y ancho de la historia de la humanidad. 

Son flagelos contra los que hemos luchado desde el punto de vista social como civilización. No obstante, hemos permitido que se cuele entre la filosofía y el idealismo social una nueva versión del fundamentalismo expresado a través de los fanáticos ambientales, hombres y mujeres convencidos de que su verdad es la única que existe y que no puede haber marcha atrás en una lucha frontal contra ciertas industrias, por el simple hecho de que sus productos contaminan.

Esta forma unidimensional de ver los problemas ambientales nos ha generado gravísimas consecuencias como sociedad. La prohibición de los plásticos de un solo uso no es un tema menor. Por el contrario, encarna serios retos para los hogares colombianos y para los gastos que se generan en la manipulación de todo tipo de víveres que hacen parte de la canasta familiar.

Dicho de otra forma, la carestía, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo de nuestros ingresos como colombianos pueden verse seriamente afectadas, todo por un fundamentalismo ambiental que no consulta los impactos reales de la vida cotidiana.

Afortunadamente, existen voces autorizadas para hablarle al mundo sin ningún temor de conciencia o de inclinación perversa por el beneficio subjetivo de quien defiende una idea. Menos mal existen voces serias que consultan la ciencia, que buscan el rigor para evaluar nuestros procesos sociales y nuestras decisiones como Nación.

Una de esas voces es la de la economista y defensora ambientalista Alejandra Ramos Jaime, que desde México, de manera contundente y devastadora, deja sin argumentos a quienes —usualmente con discursos superficiales— mantienen atónitos a sus espectadores, al fabricar un discurso que saben de forma premeditada va a encantar a su público. Por el contrario, Ramos elimina todos los velos de las apariencias para poner en evidencia lo que es verdaderamente importante y que no estamos teniendo en cuenta.

La mexicana señala, en un contexto ampliamente argumentado, frases tan contundentes como esta:

“La gravedad está en que los discursos superficiales, las políticas improvisadas y el marketing nos han orillado a centrarnos en que el problema son los deshechos y no el consumo irresponsable o la falta de una óptima gestión de residuos. En su lugar, priman frases hechas como ‘si dura mucho, es bueno; si dura poco, es malo’, pero nadie se pregunta cuánto cuesta fabricar ese nuevo producto eco-friendly de moda.

Por ejemplo, una bolsa de papel necesita cuatro veces más agua para ser producida y tres veces más energía que una de plástico. Su fabricación genera tres veces más residuos. Por tanto, satanizar un producto o un material no es la solución. Hay que saber que ni el bambú es el héroe, ni el plástico el villano”.

Por palabras como estas los colombianos debemos recibir con beneficio de inventario todo aquello que nos señalen como el camino para combatir el mal de la contaminación; debemos ser más críticos y analíticos y no tragar entero. De lo contrario, podemos llevar a nuestro país a vivir incrementos absurdos en los precios de los productos que consumimos sin generar un verdadero impacto ambiental y, de paso, haciendo menos competitivas a todas las empresas nacionales frente a sus competidores de la región y del mundo entero.

Prohibir los plásticos de un solo uso y ahora con la reforma tributaria gravar los plásticos de un solo uso son medidas equivocadas que no generan bienestar para el pueblo colombiano y tampoco para el medio ambiente.

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